Tuesday, September 09, 2008

Mi casa

El grifo con el botón esmaltado de color rojo es el que provee agua fria. El agua que chorrea del azul, puede abrasate los dedos en solo un par de segundos. Ese fue el primer sobresalto del piso, el que mejor recuerdo porque me pareció una buena metáfora de mi vida. El mundo al revés.
Los muebles de la cocina son descomunales. Vistos desde la puerta dan la impresión de no ser parte de ella. Parecen pertenecer a otro lugar y a otra era, como que están ahí entre el blanco de la pared por puro accidente, como un inglés en una plaza de toros. El hornillo deja de funcionar cuando se enciende el grill, así que no se puede cocinar pescado y freir patatas al mismo tiempo. Al eglefino le acompañan patatas asadas.
El comedor consta de mesitas insignificantes, prácticas, que elevan los aparatos comunes, y un sofá de color azul corporativo; camuflarlo de rojo se convirtió en mi misión personal.
Cuando nos enteramos del derribo, compramos los rotuladores y los acrílicos y las paredes se convirtieron en una tormenta de ideas. Listas de la compra, deudas, dibujos y frases que nos parecieron graciosas en su momento, esbozos, dibujos obscenos, recortes y poemas improvisados. Amagos de retrato. La pared sobre las escaleras se utilizó como pizarra para un par de histéricas clases de castellano.
Pasamos el tiempo buscando lo extraviado. Algunas cosas se encuentran bajo los cojines del sofá, el lugar donde va a parar todo lo que se pierde. No importa que deje el móvil en el coche, por sí solo, entra en el abismo de objetos perdidos que termina succionado por las costuras de los rincones del sofá. Lo mismo con el dinero, las llaves, los mecheros, los calcetines, los huesos de oliva. Otras cosas no volverán, las cazadoras, relojes, vinilos, las copas.
El collage del segundo piso formado de pósters de cine erótico nos costó dos semanas de invierno. Ahora, con el calor, las cubiertas se despegan y me da tanta pereza fijarlas de nuevo que terminan amontonadas en la barandilla.
El wifi ha dejado de funcionar al mismo tiempo que mi cámara de fotos, al mismo tiempo que la aguja de mi tocadiscos ha anunciado su retirada. Y le queda tan poca memória al portátil que cada vez que descargo una canción pienso que se va a congelar. Se comenta entre bizcochos de chocolate la necesidad de reparar los pequeños desastres, pero cuando miro los estores, que van perdiendo tiras como hojas un árbol en otoño, me doy cuenta de que todo da igual.
Derriban mi casa en 2 meses.

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8 Comments:

At 4:10 PM, Anonymous Anonymous said...

La caida de la casa Usher.

 
At 8:59 AM, Blogger el loco oficial said...

se me ha quedado una melancolía naranja y agridulce... como la salsa de un chino...

 
At 11:10 AM, Blogger Enrique Ortiz said...

Qué lírico, Sra. Pussy y yo lo que venía a decirle que mi casa es suya y que pienso cambiar lo de los grifos para que queden como los suyos :) Un beso, Pussy.

 
At 4:43 PM, Blogger Markitos said...

Que hay que hacer cuando uno se cae: levantarse.

Pues no, culpar al vecino que te ha tirado. Querida, debe mudarse a casa del vecino.

 
At 6:14 PM, Blogger Baldanders said...

Cómprese un martillo de esos de los más grandes, y comience usted unos días antes. A veces resulta muy relajante.

 
At 11:38 PM, Blogger Naumaquia said...

Yo haría lo de Baldanders, pero ten cuidado con las paredes maestras y los pilares de carga.

 
At 11:11 AM, Blogger Estrellita Mutante said...

Parece que cuando algo acaba todo deja de funcionar a la vez.

 
At 10:38 AM, Blogger Ender said...

a mí también me ha dejado con mal cuerpo lo del derribo. como de todas maneras ya era feo y enano tampoco creo que se pierda mucho si me ponen encima un asilo

 

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