Monday, June 09, 2008

Lo normal

Llego a casa a media tarde, caminando entre la basura y las paredes descorchadas y ahora que el tiempo ha mejorado, entre gritos de niños que juegan en los setos torpemente vallados. Siempre presto atención a los coches aparcados en la puerta del edificio porque a veces los modelos son excesivamene costosos para un barrio como el mio. Deportivos y 4x4s oscuros de cristales ahumados y llantas doradas son los únicos coches que los maleantes del barrio respetan y no desmantelan por miedo a que pertenezca a "alguien" importante. Los coches baratos apenas duran un par de semanas.
Las escaleras me reciben con un concentrado hedor a orín y algún que otro yonqui esperando su dosis. Los domingos por la mañana surgen de la nada, en solitario, enclenques y frágiles pero con paso firme en dirección al bloque. Yo los miro desde mi banquito exterior, en el corredor que comunica las puertas de la planta, tan pálidos y malvestidos, pero tan determinados a llegar que parecen estar utilizando las últimas reservas de energía en aproximarse a la puerta. Como zombies en busca de carne fresca, cuando llegan a mí, sonrien con ansiedad mostrando una boca ausente de dientes.
-Son inofensivos. Al final, te acosturmbras a ellos.
Mi vecina, con un cigarro en una mano y una taza de te en la otra es lo único que me trae de vuelta a lo convencional. Se apoya en la barandilla y cierra los ojos placenteramente disfrutando del sol.
Su familia es como la de cualquier otro habitante de un barrio de bien, su marido sale a comprar cada mañana y sus hijos, de entre 12 y 16 años viven una existencia decente. Al margen de lo que sucede a sus puertas, el matrimonio lee con avidez. Yo los miro cada vez que vuelvo a casa a través de la ventana, bien cocinando elaboradas comidas, o escuchando los nuevos acordes de guitarra de la hija mediana, o más habitualmente, con un libro entre las manos. Contrariamente a lo que una bofetada de realidad supone, ver a esta familia a diario me provoca un shock de decencia, un reposo de esperanza.
Para vivir en mi state es necesario tener una razón, una tara. Como en Placido de Berlanga, las familias pudientes que adoptan un desdichado por Navidad se preguntan entre ellas: "Y a tí qué te ha tocado, un anciano o un enfermo?" Vivir en Pilton precisa de malaventuranza. O te toca ser yonqui, anciano o enfermo o tener falta de medios. O las cuatro cosas juntas. Yo y algún otro sin miedo a la muerte, nos aprovechamos de una renta económica. Mis vecinos tienen la baja permanente. Ella tiene un problema de espalda, y él... también.
Mientras me comenta algunas experiencias de su tiempo en el barrio, yo la miro desde mi banquito y me pregunto cómo ha conseguido mantener ese oasis de normalidad que es su casa, tan idílica, tan perfecta.

6 Comments:

At 9:09 PM, Blogger Lupita said...

aix...qué será conseguir eso...así que en eso andamos zombies-yonquis todos enclénques y frágiles pero con paso firme hacia, un beso fuerte Miss.Pussy.

 
At 3:17 PM, Blogger el loco oficial said...

Bonita descripción Pussy. Un beso que últimamente no me prodigo mucho por los blogs...

 
At 4:06 PM, Blogger Markitos said...

¿El amor puede con todo? O será otra cosa.

No sé, no estoy muy despejado todavía.

Gran post querida.

 
At 7:31 AM, Blogger Miriam G. said...

A la normalidad se llega por la tranquilidad.

Un beso, Miriam G.

 
At 10:01 AM, Blogger Naumaquia said...

De lo más bonito que te he leído jamás.

Besets!

 
At 9:05 AM, Blogger Hans said...

Me hace gracia leer esta entrada inmediatamente después de la entrada siguiente en la que te refieres a aquellos que te critican.
Y es que lo que has escrito es brillante, simplemente. Da justo la medida estética de la situación.

 

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