Wednesday, March 19, 2008

Salvad a Barrabás! - On the road again

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Tuesday, March 18, 2008

Móviles

Alguien recuerda cómo comunicábamos nuestras arduas fantasías sexuales antes de la llegada de la telefonía móvil y el mensaje de texto? Durante el período oscuro protocelular yo creo haber escrito alguna carta subida de tono, cuyas cenizas espero se disuelvan en el viento. También me acuerdo de un telegrama sucísimo que mi madre tuvo el detalle de recoger por mí en la estafeta, un vídeo casero y las típicas notitas con borrones y manchas de café de la cantina de la universidad. Pero el móvil y el email se han hecho con el monopolio de todo vehículo de comunicación que implique cochinadas. Y a pesar de la popularidad de casos como el de Beckham y Rebecca Loos o Sven Goran Eriksson y Faria Alam, ciertos personajes de la vida pública no aprenden de los errores de sus compañeros de página del Hola.
Y aquí me tienen, la Pussy bibliotecaria que nunca se sorprende por nada, frente al ordenador, retorciéndose sobre la butaca mientras encaja la masa de su puño entero en la boca e intenta a duras penas controlar pequeños graznidos guturales desconocidos en su repertorio vocal. Me cuesta hasta teclear con clarixxdwiaw,d. Si me lo propusiera sería capaz de trepar las paredes y caminar verticalmente sobre el techo de la biblioteca y contar hasta cien en hebreo. La culpa de todo, los e-mails que Lee Jasper, asesor del alcalde londinense, le mandaba a su amante y socia, Karen Chouhan

“I love thee pussy as much as Brazil National Football Team. I love thee pussy, ankles, legs, thighs, bum and belly, arms, head and brain. But most of all I love you in a flaming red sari, bangles, chains or failing that in a bikini!”

Leo esto entre la verguenza y la pena, la angustia y la turbación. El asco y la fascinación. Imagínense que salgan a la luz sus secretos mejor guardados, cuando su madre le pilló masturbándose, cuando sus compañeros de clase le escondieron la ropa mientras se duchaba y tuvo que salir al patio desnudo, cuando le dio un amarillo junto al chico que tanto le gustaba. Imaginen todos sus trapos sucios, con detalles y pormenores, documentados y redactados, con testigos presenciales y declaraciones, impresos en un periódico nacional gratuito, Yo imagino que el pobre Lee se debe de sentir así.
Soy de las que opinan que su puesto como asesor no peligraría si hubiera adoptado una postura romántica, un credo al amor y a la lujuria decimonónica, con clase, con dignidad, algo como:

“Of late, eternal Condor years
So shake the very Heaven on high
With tumult as they thunder by,
I have no time for idle cares”

O incluso la opción cool, como de futbolista que nada en abundancia y exceso, algo así como “Can I have that pussy later?” Entendiendo “later” como “cuando me acabe este coctail Flirtini y termine de contar a los colegas la anécdota de la modelo polaca.” No. Lee, hombre que imagino poco experimentado en estas labores recurre a la enumeración “Me gusta…” Y mi favorito, después de nombrarlo todo… “y tu cerebro”, como quien dice “y por último, pero no menos importante”.
Leo esto junto a uno de esos pequeños artículos con estadísticas que tanto gozo me proporcionan, en este caso es sobre las memorias más felices, que según una encuesta patrocinada por British International Motor Show, son las que evocan nuestro primer beso y nuestro primer coche. Si la encuesta hubiera sido fiananciada por Interflora, los resultados hubieran sido nuestra primera flor. O, si fuera Motorola, sería nuestro primer mensaje de texto de contenido sexual. Yo ya puedo decir que pertenezco a otra generación, mi memoria más fuerte es la de unos relatos anónimos escritos a mano enrollados a los frenos de mi bici.

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