Los paraisos artificiales caseros

La guía que viene a continuación no pretende ser una fuente de inspiración para degenerados adolescentes. Por favor, utilice la información contenida de forma razonable, con sensatez y prudencia.
No recomendable para menores de 18 años.
Gracias.


MCK (pronúnciese MAC), ese es el nombre del nuevo cocktail nocturno, según me comunican mis informantes de la zona Sur de Englandshire. Una mezcla de MDMA, cocaina y ketamina, a ser ingerido por la nariz y de resultados… inciertos. Soy de la opinión que los efectos han de ser insoportables; la cocaína nos transforma en auténticos capullos cuyo único objetivo es contar esas genialidades que van a hacer cambiar el rumbo del mundo. Combinemos las ansias de comunicar la genuina VERDAD sobre el ser y el devenir y los secretos de la vida y la muerte, con el general estado de inmovilidad máximo de la ketamina: La escena se convierte en un individuo que habla sentado. Pero no. Porque el cristal te incita a bailar, a moverte, a deambular.
Supongo que entonces lo que sucede es que tu organismo, que al recibir estímulos contrapuestos no asimila la orden, entra en guerra. Sentado o de pie? Bailar o repantigarse? Y mientras la duda invade, la cocaína te impide dejar de hablar.
Llámenme purista, pero el invento es lamentable. Quizá el primero que se le ocurrió aparecerá en los libros de texto de química del futuro, o más seguramente en los de psiquiatría, lo que es seguro es que tuvo una infancia similar a la de todos nosotros, con la única diferencia que aún no ha salido de ella.
Me imagino al inventor en cuestión secando las tiras del plátano en el balcón porque alguien le dijo que mezcladas con tabaco tienen el mismo efecto que el hachis. O robando de la despensa azafrán en hebra por las mismas razones. Romero, hierbabuena, poleo, cualquier cosa servía en aquellos tiempos. Y a falta de papel de liar, hojas de biblia, por si en el acto de profanar se abren las puertas de la percepción. En este terreno, mi hermana era una experta, después sucedía que me tocaba leer un pasaje en clase y tenía que inventar excusas acerca de porqué esa página había desaparecido de mi ejemplar.
Infiltró cloretilo de estraperlo en el instituto y se lo ofreció a sus compañeros en los baños durante el recreo. Seguro que fue el primero también en descubrir el popper, que compartiría en la biblioteca, o de camino a casa con los amigos.
Mojaba los cigarros en el whisky del mueble bar de su padre antes de fumárselos y aguantaba el humo en los pulmones más de la cuenta porque le gustaba el mareo que producía.
Se interesó por el peyote, leyendo fascinado los relatos de Escohotado y con el tiempo se convirtió en experto en la plantación de marihuana. Sabía distinguir si eran macho o hembra cuando brotaba el primer tallito y desarrolló cierta pasión por la repostería, dominando la receta del pastelito.
El armario de los medicamentos de casa no tendría ningún misterio para él, conocía los componentes de cada uno de los antibióticos y antiestamínicos que lo formaban, con especial atención a la ergotamina, perfecto para hacer LSD casero. Herbiría centeno, cerveza, esnifaría nuez moscada, cocería hasta la lechuga. Experimentaría con mecheros, pegamento y aerosoles.
También fue uno de los primeros en viajar a Amsterdam y volvió cargado de setas mejicanas.
Cuando se hizo mayor y consiguió acceso serio a drogas, no cesó su interés por la aleación... porros+pastillas, spid+cocaína, LSD+mdma. Hasta que una noche de resaca, aburrido y ya algo desquiciado, juntó los restos de la noche anterior y pensó: "Lo que no mata, fortalece".