Con cuántos?

Dónde veraneas?, en qué trabaja tu padre? y qué nota has sacado en matemáticas? eran las preguntas que durante nuestra etapa anal nos indicaban ante qué tipo de persona nos estábamos enfrentando. Una necesidad que no nos abandonará el resto de nuestras vidas: Con la edad, cambiamos las preguntas pero no la finalidad. Precisamos encasillar a los nuevos conocidos, es como un ejercicio mnemotécnico que nos ayudará después recordarlos: "Ah, claro, ese fue el que dijo que le gustaba Titanic".
Las camisetas y los cortes de pelo contienen parte de esa información requerida, sabemos a qué atenernos cuando una amiga te presenta a su compañero de trabajo, digamos, Rubén, que lleva una camiseta con la niña del Exorcista. Son pistas indicatorias. En cuanto a los cortes de pelo yo utilizo la siguiente distinción: Si llevando determinado corte de pelo no es peluquero, entonces es que se trata de un capullo. Y nunca falla.
Pero volvamos a las preguntas clave: Una vez superada la adolescencia, maduros y transformados en individuos productivos, nos guiamos por otras cuestiones. Entonces lo que de verdad va a ser el pozo de datos será: qué música te gusta? cuál es tu género cinematográfico favorito? y qué locales frecuentas? Cuantas más respuestas erróneas, menos posibilidades de que la persona en cuestión pase a formar parte de nuestro círculo. Si lo que buscamos es algo más que amistad, de nuevo el interrogatorio cambia. Querremos saber cuánto y hasta cuándo duró su última relación, quién fue el que lo dejó y la GRAN PREGUNTA.
Porque sí, queridos, todo este rollo intragable es solo un preámbulo para hablar de LA PREGUNTA. Cae como una bomba a mis oídos, me crea estridencia mental y me entran ganas de levantarme y desaparecer para siempre:
"Con cuántos chicos te has acostado?"
El interesado no la dejará caer como si nada en el supermercado o en el museo, esta pregunta precisa de un escenario idóneo y una atmósfera premeditada, casi con toda seguridad te habrá dejado acabarte la botella de vino, o incluso te habrá pagado varios cubatas. Entonces adoptará una actitud íntima, bajará el tono de voz y con mirada de complicidad, para que te sientas cómoda, se quitará ese peso que durante tantos dias le ha estado matando la curiosidad. De hecho, una vez dicho, notarás cierto cambio en comportamiento y sus facciones comenzarán a relajarse. Por fin lo ha soltado, ahora dá igual cuál sea la respuesta, se ha atrevido, ha tenido el coraje suficiente, ya se puede ir a casa tranquilo. Sólo que la respuesta sí que importa.
Es una pregunta con una doble trampa ante la que nunca se puede salir ganando. Si dices pocos se llevan la impresión de que no debes de resultar muy atractiva al resto del género masculino, y esto, queridas, puede crear conflictos. A ellos les gusta lucir pareja, al igual que un bonito coche y un buen reloj. Pero si dices muchos, pensarán que eres una fresca y dudarán de tus buenas intenciones.
No hace mucho se me presentó esta situación, con la peculiridad de que el interesado tenía la costumbre de contestar sus propias preguntas. Dijo educadamente si no era una indiscreción preguntarme con cuántos chicos habia estado, pero antes de que me diera tiempo a pensar si quiera una respuesta adecuada, interrumpió mis meditaciones: "Espera, espera, déjame adivinar". Se detuvo durante un buen rato y finalmente dijo con inseguridad: "Con diez?" Yo contesté sin saber muy bien de dónde venía tal frase: "Añádele un cero a esa cifra y solo estarás en los umbrales de la verdad". Acto seguido, perdí todo el interés inicial que me había despertado. Deberíamos volver a la infancia y continuar preguntando la nota de matemáticas. Los que suspendían son los que de verdad me interesan, no estarán interesados en números.