Qué quieres ser de mayor?

A los 6 años yo quería ser carterista. Ni bailarina ni princesa; quise convertirme en carterista desde el día en que mi madre me llevó a la catedral y de lejos vi como un maleante le birlaba la cartera a un feligrés. Yo no dije nada, me quedé tan fascinada con la maniobra que fui incapaz de articular palabra.
Y luego dicen que la religión salva.
Me imaginaba una vida como carterista llena de acción y emociones, un desgaste adrenalínico lleno de glamour y pistolas. Viviendo al límite con vestidos de Chanel y zapatos de tacón, burlando astutamente las trampas de la policía. Soy la criminal más buscada.
La adolescencia me abrió los ojos a mi propio talento, y pensé que sería una pena desaprovecharlo. Yo, era una artista, un cerebro tan poderoso debería ayudar a esas pobres almas mediocres que pululan cual zombies por el mundo a ver la luz. Vida bohemia, literatura y misterio iban a ser mi futuro, qué afortunados eran mis allegados de contarme entre ellos! Mi nombre iba a brillar en letreros de neón y el mundo entero caería a mis pies, rendido ante mi don. Una artista renacentista capaz de pintar, escribir y diseñar a la vez.
El caso es que nunca se me ocurrió convertirme en mecánico y sin embargo, alguien ha visto alguna vez a un mecánico afligido? No. Cuando llevo el coche a reparar el mecánico me recibe con una sonrisa de disfrute. Son felices, y no solo cuando te dan el presupuesto. Comparémoslo con el mísero del banquero, que no sólo vive una existencia lamentable, sino que además se cree que sabe algo de la vida que tú desconoces. Y él no te lo va a decir, de hecho tendrás suerte si al final de vuestra conversación, te perdona la vida. Yo por eso nunca quise ser banquera, aunque las razones que me empujaron a convertirme en catalogadora aún se me escapan. A ver qué niño te dice que de mayor quiere ser archivero. Los bibliotecarios tienen mala leche y mucha flema. Discutir con un bibliotecario es una batalla perdida desde el principio, especialmente si se trata de multas. Visten según la moda de los 40, la que se llevaba cuando nacieron, porque todos los bibliotecarios tienen la edad del sistema solar.
El resto, depende de la imaginación de cada uno: al bibliotecario yo me lo imagino soltero, sin teléfono de contacto y volviendo a casa del trabajo con la cena envuelta en papel marrón y aceitoso. Enciende la tele para ver un programa de famoseo de sábado por la noche, porque por supuesto, no lee. A quién se le ocurrió la idea de que los bibliotecarios leen? Si bien les interesa su forma y conservación, odian el contenido de los libros, a pesar de conocerlos todos.
Por eso es que yo, cuando me preguntan a qué me dedico, digo que soy carterista.